La “Tele” está encendida. Severina, de pie, en la cocina. Comienza el programa de Ambás. Es que a Ambás, ¡Ambás!, ¡cuántos buenos momentos le deben las personas mayores de los pueblos! ¡Cómo sabe sacar a la luz los tesoros que llevan dentro! Severina, decía, de pie, en la cocina, se aproxima a la “Tele” para oír mejor, y, cuando oye algún ritmo “de los de siempre” comienza a “palmotear” con sus pies sobre la cerámica gris. Sí, Severina baila en la cocina, y en las “chocolatadas” que se celebran delante de la hoguera, y en las comidas de la escuela, y dondequiera que haya ritmo de música asturiana. Severina es vivaracha como las ardillas que trepan por los árboles de su pueblo, es decir, plena, repleta, colmada de VIDA. A sus 97 años mantiene vivos los reflejos para la respuesta rápida, chispeante y acertada. Es pronta para el enfado y el cabreo, pronta para la lágrima, el arrepentimiento y el perdón, pronta para la depresión –“me acerco a la muerte”- y pronta también para el optimismo –“estoy preparada para vivir otros 97 años”-; es pronta para apretar el hacha entre sus manos y partir leña, y es pronta, cómo no, para reñir a su hermana Luz, sin la cual no se imagina viviendo.
Coqueta, le gusta vestir bien, “ir guapa”. Es todo un espectáculo de chiste y risa cuando entra en una tienda de ropa, con las clientas, con las empleadas… Toda su preocupación era cómo ir vestida a la fiesta-homenaje. Me llamó tres días antes y me dijo: “ya estoy contenta, pues tengo solucionado lo del traje”. Y porque es coqueta, quiere mantener el secreto de la edad: “La fiesta me alegró mucho por el homenaje, pero me enfadó porque los periódicos dijeron los años que tengo”.
Esta es Severina: vitalidad, fuerza, genio, cabreo, arrepentimiento, sensibilidad, ternura, ganas de vivir, terremoto de sentimientos…
Y, para terminar, en primer lugar quiero agradecer al pueblo lo mucho que se desvelan por Severina y su hermana Luz, y, en segundo lugar, ¿queréis que os desvele el secreto de sus largas vidas? Se pasan el día comiendo avellanas, nueces, manzanas, chocolate, papillas de maíz… Eso sí, en pequeñas cantidades… ¿Veis qué sencillo?
Y P.D. para Luciano: gracias por lo de “ilustre”. En Piñera no utilizamos esas palabrotas, pues nos enseña a ser todos iguales la esbeltez de los árboles y de las montañas, que nos cobijan con su sombra y nos dicen: “estaos ahí quietitos”…